Los más prestigiosos expertos en gestión empresarial están de acuerdo en que nos encontramos entrando de lleno en la Economía del Conocimiento, uno de los múltiples nombres con el que se le conoce.
Básicamente, este enfoque sostiene que, tras las revoluciones industriales basadas en el capital y en la tecnología, es ahora el talento aplicado el verdadero factor competitivo disruptivo capaz de generar valor sostenido para las organizaciones. Algunos hablan de la innovación, o alargan la vida de la revolución tecnológica, pero lo cierto es que ambos factores son producto ni más ni menos que del talento.
Es un enfoque con el que estoy de acuerdo y más aún inmersos, como estamos en nuestra empresa, en un sector en el que vemos claramente día tras día que hay algo que cambia las reglas del juego: personas profesional y personalmente excelentes, con la máxima cualificación, con verdadero foco en generar calidad, que ayudan a nuestros clientes a transformar su posición competitiva mediante la aplicación óptima de tecnologías avanzadas.
Pero no son éstas, las Tecnologías de la Información, las que generan dicho salto competitivo, sino las personas, el talento, que hay detrás de ellas. Son el factor diferencial. Entienden el entorno y las necesidades, debaten los escenarios y las opciones, eligen y recomiendan, implementan y sostienen.
Y al “otro lado de la mesa” también hay profesionales con la misma materia prima disruptiva, talento implicado, en los equipos de nuestros clientes que trabajan codo con codo con nosotros.
Por supuesto que las tecnologías aplicadas son avanzadas, las más poderosas, diferenciales e innovadoras de cada momento. Pero desde aquí, hoy, quiero hacer un modesto homenaje a los verdaderos protagonistas del hecho de que las TIC estén cambiando radicalmente la forma en que las organizaciones funcionan: nuestras personas, responsables de que ello ocurra.
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